Con Aristóbulo en cuatro actos

Primer Acto. Arrancó la retoma y Aristóbulo es el primero de los ministros de Chávez en llegar a Miraflores. Aparece por la avenida Urdaneta, a la altura de Finanzas e Ipostel. El pueblo ya está bajando. Cientos le rodean. ¿Dónde está Chávez? ¿Queremos ver a Chávez? Todos preguntan lo mismo. Parece un mantra. Es imposible circular. ¡Vacílate mi pana, mira eso! Aristóbulo se sube al techo de la camioneta. Parece una pantera. ¡Chávez no ha renunciado! Tiene que gritar para que le oigan. Y es que la gente golpea las barandas de las calles. Parecen cencerros. Todo suena. Es para que el pueblo baje. El negro habla rápido. ¡Los golpistas están derrotados! Más bien ametralla. Pocas cámaras están grabando. Nosotros por aquí y otra por el Banco Central. La gente baila, corre, llora, grita. De nuevo la calle se puso roja. Aristóbulo insiste: ¡Ya retomamos Miraflores! Es contundente. Convence. Panita mosca con el cámara déjanos pasar. ¡Prensa, prensa! Mira, ahora se tira del carro y la gente lo sigue. Graba corrido. Que no se pierda nada. ¡Prensa, prensa internacional! Abre paso. Persíguelo, hay que entrevistarlo. Coño me están jalando y moviendo el plano, protégeme. Ahí, en la reja, . 

Sí, ahí lo agarramos. Está pegado a la reja negra del palacio. Hildemar hace la cámara. Es mi hermano mayor. Víctor, nos asiste y protege. Es el menor. Yo pregunto y anoto cuanto nos interesa. Pero la verdad es que ya casi no escucho, aunque lo tengo a centímetros. ¡Queremos a Chávez! ¡Queremos ver a Chávez! Las consignas casi no me dejan. Pero Aristóbulo, en resumidas cuentas, está denunciando el golpe. Habla como un líder sindical. Lo acompaña José Albornoz, secretario del PPT. ¡Queremos ver a Chávez! Ahora desmonta la trama de los gringos, Fedecamaras, partidos y medios. Parece un profesor. Y ahora llama al pueblo. Suena como tambor anunciando fiesta. Les pide defender la constitución. ¡Que nos devuelvan a Chávez!, grita la gente. 

De repente, la cámara de Hildemar deja a Aristóbulo y busca el cerro, el Ávila, el Waraira. Y nuestros ojos se van con ella. Los del negro también. ¿Qué vaina es…? Pal Palacio Blanco, pal techo, chuta pa’allá. Apunta pa’allá. ¡Es la Guardia de Honor! Con fales y todo compadre. Esos son Aka, Ak-47. Los rusos compadre. Ahora todo el mundo mira hacia el frente. Graba, graba, graba todo eso compadre. Están ondeando la bandera. Es la ocho estrellas. Sí, es la bolivariana. Esta vaina es pa’llorá compadre. Son los nuestros. Esa sola imagen lo dice todo. ¿La tienes? Parece una postal. O una clave secreta, porque ahora sí se abre Miraflores compadre. Es para Aristóbulo. ¡Que pase el ministro, el ministro! Entonces el negro pela los dientes, me aprieta una mano, ve el micrófono y dice: ¡Pendientes! En segundos, presuroso, se adentra en palacio. Va a cuidar la silla de Chávez, aún ausente. 


 Segundo Acto. Nos volvemos a encontrar, diez años después. El 31 de marzo de 2012. Esta vez en el Palacio Federal Legislativo en cuyo Hemiciclo Protocolar se realiza una Capilla Ardiente y una serie de homenajes para mi padre Américo Silva, cuyos restos hemos exhumado tras 40 de su asesinato. Durante el evento Aristóbulo se sienta a mi lado. Ahora es diputado. En cierto momento me da con el codo, me ve a los ojos y dice: “El Flaco Américo es el primer Comandante Guerrillero de su época que entra en estos salones. Es al primero que le rendimos homenaje. Detrás de él vendrán otros. Estamos haciendo historia. Ustedes deberían escribir un libro sobre todo esto”. 


 Tercer Acto. Pasado casi un año, nos vemos nuevamente. Es 5 de febrero de 2013 y estamos en el mismo Hemiciclo Protocolar de la Asamblea Nacional. Y ciertamente, según lo pronosticado, el país le rinde homenaje a otro de los nuestros. Esta vez se trata de Noel Rodríguez, estudiante revolucionario detenido, torturado, asesinado y desparecido en 1973, cuarenta años atrás. Sus restos, tras complejas averiguaciones, finalmente se han localizado y en acto público nacional se entregan a sus familiares. Al término del evento Aristóbulo, a la sazón Gobernador de Anzoátegui, se me acerca y pregunta: ¿Américo, vas para El Tigre? En la avioneta me queda un puesto. Si quieres te vienes conmigo y me acompañas al acto con Doña Zenaida. Entonces volamos juntos: Aristóbulo, su esposa Dyanora, Alí Alejandro Primera, los restos de Noel y yo. Y así, en horas, abrazamos a Doña Zenaida. Y así yo pude representar, ante Doña Zenaida, a mi madre Argelia, fallecida en 2010. Y así, de algún modo pude cerrar el ciclo de búsqueda iniciado por ellas cuarenta años atrás, al tiempo de dar continuidad al camino de acompañamiento, solidaridad y amor, cultivado por ellas durante tantos años de dolores y tareas en defensa de los derechos humanos. Por eso: ¡Gracias Aristóbulo! 


 Cuarto Acto. Estamos en un salón de clases y esta será la última vez que lo veré en persona, pero aún no lo sé. Aristóbulo dicta una conferencia sobre la Revolución Bolivariana a estudiantes y docentes del Instituto de Altos Estudios de Seguridad de la Nación (IAESEN). Su cuerpo es puro lenguaje. Habla de todo. Ahora es ministro del Poder Popular para las Comunas y Movimientos Sociales. En un momento dice y yo anoto: “…nosotros desde un principio supimos que lo principal era saldar la deuda social y organizar al pueblo para defendernos y producir lo que necesitamos. Esa es la clave”. Me parece importante. Al concluir lo rodean los abrazos, las felicitaciones y solicitudes. Al pasarme cerca, se adelanta y me abraza. Entonces me reta: ¿Cómo va el libro? Pero sin dar tiempo a contestaciones ni despedidas, pela los dientes y suelta: ¡Pendientes! Y así, como en aquellos días febriles de abril, es segundos se vuelve a ir por allí, presurosamente, como una pantera, buscando sus selvas.


¡Honor y gloria para el maestro Aristóbulo Istúriz! 


Ytalo Américo Silva Velásquez 

Caracas, jueves 29 de abril de 2021.

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